Sigilos: un viaje entre símbolos y propósito
Qué significa “sigilo”
La palabra sigilos aparece en conversaciones sobre rituales o creatividad. Procede del latín sigillum, “sello”. En esencia, es un trazo que encierra una intención. No es un simple garabato: guarda un mensaje que solo entiende quien lo hizo. A mí me recuerda a una clave escondida.
Un vistazo rápido a su historia
A lo largo del tiempo han pasado por mil manos: sellos en cera de reyes, fórmulas en grimorios medievales, símbolos que el caos magick llevó a otro nivel en los 80. Hoy se cuelan en libretas o en tatuajes mínimos. Sorprende lo bien que resisten los siglos.
Tipos de sigilos y para qué sirven
No hay catálogo cerrado, pero sí estilos frecuentes:
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Clásicos: convierten frases en un dibujo. Se escriben, se podan letras repetidas y se esboza algo con lo que queda.
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Mantricos: buscan el ritmo. Las letras se transforman en sílabas que luego se murmuran o cantan.
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Automáticos: salen de garabatear sin freno mientras piensas en tu meta. Quedan más libres, menos medidos.
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Gráficos modernos: mezclan tipografía, ilustración o retoques digitales; el fin es el mismo, solo cambia la estética.
Cada forma engancha la intención de manera distinta: unas a través de la vista, otras por el oído o el gesto.
Cómo se hacen los sigilos
Suele bastar con unos pasos básicos (y cada quien añade lo suyo):
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Escribe lo que buscas, con claridad y en positivo.
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Quita vocales o letras repetidas.
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Con lo que queda, dibuja algo que te llame.
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Dedícale unos segundos de atención —respira, baila, canta, lo que te ayude— para “cargar” el símbolo.
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Luego guárdalo, quémalo o intégralo en tu espacio; lo esencial es soltarlo.
Algunos los pintan en velas; otros, más prácticos, los llevan escondidos en la funda del móvil.
Sobre su eficacia
¿Funcionan? Depende de qué entiendas por eso. Mucha gente nota que los sigilos les sirven para enfocar y comprometerse con lo que desean. El peso no lo tiene el trazo en sí, sino todo el proceso: ordenar la idea, traducirla a un signo y mantenerla viva un tiempo.
Notas finales
Si te animas, no busques que tu primer sigilo sea perfecto. A veces lo que parece torpe termina teniendo más carácter que lo impecable. Y lo mejor: cada uno es solo tuyo.
