Velón de ruda y sal: ese pequeño ritual que limpia algo más que el aire
A ver… hay cosas que uno no sabe explicar, pero las siente. De verdad. Como cuando entras en una casa y notas que el ambiente está raro —no sabes si es por lo que pasó, por la gente o por el día—, pero lo notas. Pues ahí, justo ahí, entra en juego el velón de ruda y sal. No, no es una moda de Instagram ni una manía de las abuelas (bueno, un poco sí). Es una costumbre antigua que, curiosamente, sigue funcionando aunque nadie sepa muy bien por qué. Cada persona lo usa a su manera, pero todos coinciden en lo mismo: el velón de ruda y sal cambia la atmósfera, la aligera, como si abriera una ventana invisible.
Fuente de la imagen: Ritualesjorgegaldon.com
De qué está hecho (y por qué huele así)
No tiene misterio: ruda seca y sal gruesa. A veces lleva algo más, pero con eso basta. El color de la cera cambia: el blanco limpia, el verde calma… el caso es que cuando lo enciendes se mezcla el olor fuerte, casi áspero, de la ruda con ese aire limpio de la sal. Y el ambiente se transforma, poco a poco. Es como abrir las ventanas del alma —sí, suena cursi, pero pasa—. Por eso mucha gente tiene siempre un velón de ruda y sal a mano, por si hace falta despejar energías o simplemente poner orden emocional.
Una historia que viene de lejos
Esto no lo inventó nadie de ahora. La ruda ya la usaban los romanos para espantar el mal de ojo, y la sal… bueno, la sal ha estado en todos los rituales desde Egipto hasta la cocina de mi abuela. Hay quien dice que alguien, hace siglos, decidió juntar las dos cosas y se dio cuenta de que aquello tenía “algo”. Así nació el primer velón de ruda y sal, un amuleto encendido, mitad limpieza, mitad protección. Desde entonces, se usa para limpiar energías pesadas, para empezar de nuevo o simplemente para respirar un poco mejor en casa.
Por qué funciona (o por qué creemos que sí)
La ruda tiene ese punto rebelde: purifica, corta lo malo, protege. La sal es otra historia: absorbe, equilibra, ordena. Juntas hacen un equipo curioso, como esos amigos que son opuestos pero se entienden sin hablar. Cuando prendes un velón de ruda y sal, en el fondo estás diciendo: “Basta. Quiero que todo esto cambie ya”. Y no sé tú, pero hay algo poderoso en decir eso en voz alta, mirando una llama.
Hay quien enciende el velón de ruda y sal después de una discusión, otros al cambiar de casa, o cuando sienten que las cosas se traban sin razón. Es como una limpieza simbólica, pero también emocional. Te centras, respiras, sueltas.
Cómo hacer tu propio ritual de velón de ruda y sal
Vale, te lo explico como se lo contaría a un amigo, sin tanta vuelta. No hace falta ser experto ni tener mil cosas. Solo ganas, calma y un velón de ruda y sal.
1. El momento.
Elige una noche tranquila. Si coincide con luna menguante, mejor, porque ayuda a soltar. Pero tampoco te agobies si no. Lo importante es que sientas que toca limpiar, por dentro y por fuera.
2. Prepara el sitio.
Abre una ventana (aunque sea un poco), pon música suave —la que te relaje— y limpia la mesa donde vas a colocarlo. No lo hagas con prisa, que eso se nota. Coloca tu velón de ruda y sal en el centro, con cariño, sin más.
3. Coloca el velón.
Ponlo sobre un plato de cristal o cerámica. Echa un puñadito de sal alrededor, haciendo un círculo. Si tienes ruda seca, colócala alrededor o debajo del plato. A mí me gusta añadir unas gotas de aceite esencial, pero eso ya es manía personal.
4. Haz una pausa.
Respira. Tres veces, despacio. Piensa en lo que quieres soltar o limpiar. No hace falta recitar nada raro. Puedes decir algo sencillo, algo tuyo, como:
“Con la luz de este velón de ruda y sal dejo ir lo que me sobra y abro espacio para lo que me hace bien.”
Y ya está. Lo dices y lo crees, aunque sea un poquito.
5. Enciéndelo.
Sin distracciones. Mira la llama un momento. No hace falta que lo dejes todo el rato; con una hora basta. Y, por cierto, cuando termines, no soples: apágalo con una cucharita o déjalo que se consuma solo.
6. Para cerrar.
Cuando se apague, tira la sal y los restos a la basura lejos de casa o entiérralos si puedes. Luego abre bien las ventanas. Verás cómo el aire cambia, cómo se nota la diferencia.
Después de eso…
La sensación es rara, pero buena. Como si algo dentro y fuera de ti se moviera. Hay quien dice que duerme mejor esa noche, otros simplemente sienten que la casa “respira”. A lo mejor es psicológico, o a lo mejor no. Da igual. Lo bonito es el gesto: parar un rato, prender el velón de ruda y sal, poner intención. En estos tiempos, eso ya es casi un lujo.

