...

Endulzamiento

Endulzamiento: lo que se cuenta, lo que se hace y lo que se siente

¿Quién no ha oído alguna vez hablar de un ritual de endulzamiento? Suena a susurro de vecinas en la escalera, a conversación de madrugada entre amigas, a esos consejos que no salen en manuales pero que se transmiten de boca en boca.

Para qué sirve un ritual de endulzamiento

En esencia, el endulzamiento se utiliza para suavizar relaciones. No es exactamente “hacer que alguien se enamore” (aunque mucha gente lo interpreta así), sino tender puentes cuando hay tensiones: parejas que discuten, amigos distanciados, incluso relaciones laborales enrarecidas. Lo que se busca es dulzura —literal y simbólica— en el trato. A mí me suena más a una especie de recordatorio emocional que a un hechizo espectacular.

Quién puede hacerlo

Aquí no hay títulos universitarios que valgan. Cualquiera puede probar un endulzamiento; lo que cambia es la intención, la energía que se pone en el proceso. Algunas personas confían en hacerlo ellas mismas con azúcar, miel o canela; otras prefieren acudir a alguien con experiencia porque se sienten más seguras. Y sí, también están los que lo ven como un gesto ritual sin esperar resultados concretos, algo así como escribir una carta que nunca se envía.

Tipos de endulzamiento

No existe una sola manera de hacerlo. Se habla de endulzamientos con velas (donde se unta la vela con miel o se coloca en un plato rodeada de azúcar), con tarros (se meten nombres escritos en papel dentro de un frasco con miel, flores, especias) o con infusiones y alimentos. Hay quien incluso lo combina con fotos o con objetos personales. Cada variante tiene matices: unas son más rápidas de preparar, otras requieren paciencia (ese frasco de miel que se guarda semanas en un cajón, esperando).

De dónde viene y algo de historia

El endulzamiento no tiene un origen único y cerrado. Su raíz está en la mezcla cultural: un poco de prácticas populares de la península ibérica, otro tanto de tradiciones afrocaribeñas y, por supuesto, la creatividad de cada generación que adapta lo que recibe. Desde hace siglos, la miel y el azúcar han simbolizado atracción y dulzura en múltiples culturas. No es casualidad que en las bodas antiguas se ofrecieran dulces a los invitados o que todavía digamos “luna de miel”.

Lo subjetivo (y lo cotidiano)

Lo curioso del endulzamiento es que, aunque se hable de “ritual”, muchas veces termina siendo una excusa para parar, pensar en la relación y ponerle intención positiva. Ese momento de escribir el nombre de alguien en un papel, de encender una vela, de oler la canela… genera un espacio íntimo que cambia la forma en que miramos al otro. ¿Funciona? Depende a quién se lo preguntes. Habrá quien diga que sí, que de repente todo fluye mejor. Otros se encogerán de hombros.

Yo, personalmente, creo que lo más potente del endulzamiento es lo que despierta dentro de quien lo hace: la sensación de estar actuando, de no quedarse quieto. Y eso, en tiempos de incertidumbre afectiva, ya es bastante.