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Magia Negra

Magia negra: de dónde viene y por qué sigue causando tanto revuelo

La magia negra lleva siglos dando de qué hablar. A algunos les suena a viejas historias de miedo; otros la ven como algo peligroso que es mejor no mencionar demasiado. Sea como sea, nadie puede negar que ha dejado huella en culturas muy distintas y en épocas muy lejanas.

¿De dónde salió todo esto?

Pues no hay una fecha ni un nombre exacto, claro. En Egipto ya se hablaba de fórmulas misteriosas, en Babilonia se grababan tablillas con maldiciones, y en Grecia los papiros mágicos eran casi manuales de instrucciones para dañar a alguien. Todo apunta a lo mismo: las personas buscaban tener algo de control sobre lo que no entendían.

Quién se metía en estas prácticas

No era cualquiera. Normalmente hablamos de chamanes, brujos o sacerdotes que se guardaban bien sus secretos. Eran temidos, sí, pero también necesarios. Imagina vivir en una aldea pequeña: si pensabas que un vecino te había lanzado algo malo, ¿a quién ibas? Pues a esa persona que sabía de rituales. Esa mezcla de respeto y miedo les daba un poder enorme.

Para qué se usaba realmente

Aquí viene lo curioso. La magia negra se usaba para venganzas, para meter miedo, para conseguir amor (aunque fuese a la fuerza), incluso para intentar arruinar al rival de turno. Con el tiempo se fueron añadiendo elementos: muñecos, velas, sangre de animales, símbolos… Vamos, que no era solo cuestión de palabras, sino de todo un ritual pensado para dejar huella.

¿Quién la inventó?

Sinceramente, nadie. No existe un “padre” o una “madre” de la magia negra. Es más bien un cúmulo de prácticas que distintas culturas fueron inventando por su cuenta. Cada pueblo, desde los mesopotámicos hasta los europeos medievales, aportó su granito de arena.

 

Un vistazo a la historia

En la Edad Media la cosa se complicó. La magia negra se convirtió en motivo de persecuciones. La Inquisición veía en esas prácticas un desafío y cualquiera acusado de usarlas lo tenía muy mal. Muchas veces ni siquiera era verdad: bastaba con un chisme o una venganza personal para que alguien terminara en problemas.

Más adelante, cuando el miedo a la hoguera empezó a apagarse, siguió viva de otra forma. En América y África se mezcló con creencias locales; en Europa quedó como parte del folklore, entre cuentos, advertencias y supersticiones. Y hoy… bueno, sigue apareciendo en películas, en novelas y, aunque parezca mentira, todavía hay gente que asegura practicarla.